¿España solo saqueó América? Una visión distorsionada de la historia

¿España solo saqueó América? Una visión distorsionada de la historia

Una acusación repetida, pero ¿cierta?


Durante décadas se ha difundido la idea de que la presencia española en América se limitó a un saqueo masivo de oro y plata, sin dejar rastro de aportaciones culturales, científicas, jurídicas o sociales. Este argumento, convertido en dogma en muchas narrativas contemporáneas, simplifica de forma interesada más de tres siglos de historia y reduce la complejidad del proceso colonizador a un expolio unilateral.

Sin embargo, los datos históricos, arqueológicos y documentales demuestran que la presencia hispánica transformó profundamente el continente americano, no solo por la explotación de recursos, sino también por la implantación de instituciones, universidades, sistemas de derecho, infraestructuras, lenguas, religiones y formas de vida que aún perduran.

¿Hubo extracción de recursos? Sí, pero también creación


Es innegable que se enviaron grandes cantidades de metales preciosos desde América a la península. Pero reducir la historia a eso es tan injusto como afirmar que Roma solo se interesó por Hispania para extraer plata. La Monarquía Hispánica invirtió cantidades ingentes en defensa, administración, infraestructura y evangelización del Nuevo Mundo.

Además, gran parte de los recursos americanos no fueron enviados a España, sino reinvertidos allí mismo, en la construcción de ciudades, templos, caminos, hospitales y universidades. El comercio entre virreinatos (México, Perú, Nueva Granada o el Río de la Plata) fue mucho más intenso que el que se realizaba con la metrópoli. Las élites criollas americanas acumularon riqueza, cultura y poder gracias a ese modelo.

España no gobernó América como colonia: la integró como parte del Imperio


A diferencia de otros modelos coloniales posteriores (británico, francés, belga), el sistema español no trató América como una simple colonia de explotación. Las Indias fueron formalmente parte de la Monarquía, con sus propias audiencias, virreinatos, universidades y ciudades con rango legal.

Los habitantes indígenas convertidos al cristianismo eran considerados vasallos del rey y, teóricamente, con los mismos derechos que los peninsulares. Esto, aunque imperfecto en la práctica, dio lugar a una enorme cantidad de legislación proteccionista (como las Leyes de Burgos o las Nuevas Leyes de Indias) que no tuvo paralelo en ningún otro imperio de su tiempo.

Fundación de ciudades y universidades: una nueva civilización


España fundó más de 500 ciudades en América, muchas de las cuales conservan sus trazados, nombres y patrimonio, como Ciudad de México, Lima, Bogotá, Quito, La Paz, Santiago de Chile, Buenos Aires…

También implantó un sistema urbano con plazas mayores, catedrales, ayuntamientos, hospitales y caminos reales. A eso se suman más de 30 universidades fundadas entre los siglos XVI y XVIII, muchas de ellas anteriores a las creadas en Estados Unidos o incluso en buena parte de Europa. Ejemplos: la Universidad de Santo Domingo (1538), la de Lima (1551), la de México (1551), o la de Córdoba (Argentina, 1613).

El mestizaje: una singularidad hispánica


Frente a otros imperios coloniales que impusieron una segregación racial absoluta, España promovió un mestizaje biológico y cultural sin precedentes. El matrimonio entre españoles e indígenas fue legal y promovido desde los primeros tiempos. El resultado es una América Hispánica mayoritariamente mestiza, con una lengua común, una religión compartida y una cultura profundamente híbrida.

En lugar de exterminar pueblos originarios (como ocurrió con muchas naciones norteamericanas), se produjo un sincretismo religioso, artístico y lingüístico que dio lugar a formas nuevas de expresión: el barroco andino, las lenguas criollas, las devociones indígenas cristianizadas y la literatura mestiza.

Lengua, derecho y religión: una herencia viva


El español, que hoy hablan más de 500 millones de personas en el mundo, fue una de las herencias más duraderas del proceso hispánico. El español no se impuso a la fuerza, convivió con lenguas indígenas como el náhuatl, el quechua o el guaraní, que hoy siguen vivas en parte gracias al trabajo de misioneros y gramáticos españoles.

El derecho indiano fue un cuerpo legislativo colosal, adaptado a las realidades americanas, que rigió la vida civil, comercial, penal y eclesiástica durante siglos. La Iglesia, por su parte, no solo evangelizó, también fundó escuelas, hospitales, misiones agrícolas, imprentas y reducciones como las de los jesuitas, que ofrecían modelos comunitarios avanzados para su tiempo.

Los pueblos indígenas: ni exterminados ni ignorados


A pesar de los abusos, las epidemias y los conflictos bélicos, los pueblos originarios no fueron aniquilados. Al contrario, muchas comunidades indígenas sobrevivieron, se adaptaron y fueron actores activos del proceso colonial. Algunos incluso colaboraron con los conquistadores o se integraron en las estructuras de poder virreinal (como los caciques o los nobles indígenas).

La defensa de sus derechos fue una preocupación temprana. Bartolomé de las Casas, Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca promovieron una reflexión ética y jurídica sin precedentes en Europa sobre el trato debido a los pueblos del Nuevo Mundo.

¿Qué dejó España en América?


España dejó una lengua común, un marco jurídico moderno, decenas de universidades, cientos de ciudades, millones de mestizos, una red de caminos, un sistema educativo y sanitario rudimentario pero extendido, un arte sincrético, una tradición literaria, y un sentido de unidad política y cultural que fue base de las futuras naciones americanas.

También dejó su huella en el alma, en la música, en la religión, en las fiestas, en las palabras, en las instituciones. Lejos de "saquear y huir", se quedó más de tres siglos, compartió, transformó y fue transformada.

Conclusión: una visión más justa de una historia compartida


España no fue inocente, pero tampoco fue un imperio de rapiña sin cultura. Su legado en América no puede reducirse a toneladas de oro. América Hispánica no es solo resultado del saqueo, sino también de la mezcla, la creación, el conflicto, el aprendizaje y el mestizaje.

Reducir la historia a un relato de opresores y oprimidos perpetuos es injusto tanto para los pueblos originarios como para los criollos, mestizos y peninsulares que construyeron, juntos, un mundo nuevo. Solo una lectura crítica pero equilibrada permitirá comprender lo que realmente fue el encuentro entre dos mundos.

Fuentes