Este castillo del siglo XIV, situado en la parte más alta de la ciudad, es hoy Parador Nacional de Turismo.
Sigüenza es una localidad situada al norte de la provincia de Guadalajara. Cerca está la línea que divide sus territorios con los vecinos sorianos. Muy próximo se encuentra el río Henares. El castillo se ubica en un pequeño montículo cerca de la localidad que le proporciona su nombre, dominando el territorio que lo circunda, en la llamada Plaza del Castillo, s/n..
El castillo de Sigüenza fue construido en el primer cuarto del siglo XII sobre otro anterior musulmán. Sufrió reformas en los siglos XIV, XV, XVI y XVIII, y fue parcialmente destruido en el siglo XIX, en el año 1811 y durante las guerras carlistas, y en el siglo XX, durante la guerra civil (1936 y 1939).
Sigüenza fue asiento de una importante ciudad celtíbera, Segontia, que estuvo situada en los altos cerros de la margen derecha del río Henares. En tiempos romanos, hubo aquí importante estación de paso y lugar nutrido de habitantes, quienes seguramente elevaron su primer torreón o puesto de vigilancia sobre el valle en lo que es hoy castillo-fortaleza. Los visigodos habitaron la ciudad, y los árabes, aunque en menor número, también lo hicieron, casi reducidos a la guarnición de su reducto fuerte y atalayado en lo más elevado de la orilla.
La reconquista de Sigüenza tuvo lugar el año 1123, siendo su primer obispo, el aquitano Don Bernardo de Agen, quien al mando de un poderoso ejército conquistó la ciudad a los árabes que la ocupaban. La restauración de la sede episcopal en Sigüenza por parte de la monarquía castellana, alentó el crecimiento de esta aldea, que tomó nuevas fuerzas cuando poco después, en 1138, Alfonso VII concedió a los obispos el señorío civil sobre la ciudad y sus gentes.
Desde entonces la historia de Sigüenza y de su castillo ha corrido pareja con la de sus obispos. Multitud de éllos, de todos los caracteres y las aptitudes, pasaron por la silla episcopal. Unos fueron valientes y organizadores, mezcla de monje y de guerrero, como el fundador Don Bernardo, otros tuvieron el carisma de la santidad, como Martin de Finojosa, algunos fueron políticos eminentes, emprendedores y estrategas, como Pedro González de Mendoza, otros aún tuvieron el sentido social suficiente como para emprender obras públicas por todo el obispado, como Don Juan Diaz de la Guerra... Ellos levantaron, desde inicios del siglo XII, este castillo, que paulatinamente fue haciéndose más grande y poderoso. En sus salones pusieron capillas, salas de justicia, tribunales y cárceles. Una guarnición potente de militares y servidores estuvieron siempre al cuidado de este castillo, en el que largas temporadas habitaron los obispos.
Un hecho histórico añadido al lento discurrir de los diversos episcopados, fue el ocurrido en el siglo XIV, en 1355, cuando en esta fortaleza fue alojada, en calidad de prisionera, doña Blanca de Borbón, rechazada por su marido, Pedro I de Castilla, y desde entonces data la leyenda de que una de las torres del mediodía, hoy todavía nominada con el recuerdo de la joven dama francesa, albergó su cruel destino durante una temporada.
A partir de la Guerra de la Independencia se inició la progresiva ruina de esta fortaleza. Todavía en 1827, residiendo en él Don Manuel Fraile García, obispo a la sazón, se alojaron tres días Fernando VII y su Corte. Después sufrió destrozos con motivo de las guerras carlistas, y a mediados del siglo se produjo un gran incendio en el mismo que acabó de arruinarlo. En el siglo XIX se destinó a cuartel de las tropas francesas.
Situado sobre la altura del cerro que escolta por la izquierda al río Henares, el castillo de Sigüenza remata con su gallarda y solemne silueta la ciudad toda, en la que, vista de lejos, se confunden las torres de la catedral, los chapiteles de los templos románicos y los frontispicios de palacios y conventos, con la algarabía tierna de la arquitectura popular genuina de estas sierras ibéricas. El conjunto de la ciudad seguntina es, desde cualquier lugar que se la mire, inolvidable y sorprendente.
Su estructura nos muestra su origen árabe, pues se compone de un recinto con varias torres de igual altura sin que sobresalga ninguna como torre del homenaje. Sin embargo, de esta etapa no queda nada y se empieza a reconstruir con la reconquista cristiana en 1123. El recinto tiene planta rectangular, y son sus torres, ubicadas en las esquinas y en la mitad de sus muros, lo que rompen la monotonía del edificio. Las torres son de planta rectangular y de la misma altura, y están rematadas por almenas de forma rectangular. Las torres más férreas se ubican en la parte oeste, la más delicada. El castillo se rodeaba de una muralla con un puente levadizo enmarcado por dos cubos con matacanes para el ataque o contraataque.
El castillo es la culminación de una estructura defensiva que consistía en amplia muralla que rodeaba toda la ciudad. De sus puertas quedan hoy el portalón del Hierro, en la Travesaña Alta, el Portal Mayor, que fue el acceso principal, durante la Edad Media. Y por el costado de levante la Puerta del Sol, que fue postigo simplemente, y la Puerta del Toril, utilizable para salir a la Cañadilla desde la plaza mayor.
El aspecto de la fortaleza, desde la lejanía, es muy homogéneo, ofreciendo un nivel de paramentos lisos y algunos torreones, unas veces de planta cuadrilátera, y otras semicirculares, siempre rematados por almenas. Su desafiante tono es el propio de una fortaleza netamente medieval, de los siglos XIII y XIV que fue cuando cobró su silueta verdadera.
En el interior, muy modificado por la habilitación a Parador, se pueden admirar diversos salones. Entre éllos el salón rojo o salón del trono, en el que grandes pilares cuadrados delimitan un amplio espacio rematado por gran chimenea renacentista, y muros decorados en un fuerte tono rojo, que se matiza con abundantes reposteros y armaduras. En este lugar impartían su justicia, civil y eclesiástica, los señores y obispos de Sigüenza. El comedor grande o salón de doña Blanca es otra pieza hermosísima, en la que se yerguen gruesos arcos pétreos apuntados sosteniendo la estructura de la sala.
La extensión es una característica destacada en esta residencia fortificada. Quedó patente que en el interior de sus muros había sitio para poder refugiar a aproximadamente mil hombres a pie y cuatrocientos soldados ecuestres. Esto se pudo comprobar cuando se prepararon las tropas que iban a luchar en la guerra de Granada.
Una nota distintiva de este edificio con respecto a todas las contrucciones fortificadas restantes es su matiz religioso. Esto es causa del extenso periodo que estuvo ocupado por los obispos de la diócesis de Sigüenza y que va desde el siglo XII al XIX. Es el único a nivel nacional, que sirvió de residencia a altas jerarquias eclesiásticas, el único caso de fortificación residencial religiosa.
La piedra es el material dominante en esta impresionante construcción. El sillarejo se utiliza para sus lienzos o muros, donde la piedra apenas se trabaja, mientras que las esquinas se construyen en sillares, perfectamente elaborados y colocados, con un matiz rojizo que da al conjunto un colorido singular. La piedra se extraía de las zonas circundantes.
En el siglo XX sirvió de cuartel de la guardia civil, hasta la Guerra Civil Española. En este episodio bélico sirvió de refugio republicano. Entre 1970 y 1976 se llevaron a cabo las obras de restauración que culminaron con la inaguración del edificio como Parador Nacional de Turismo Castillo de Sigüenza, uno de los más hermosos y grandes de España.
Es propiedad de la Red de Paradores Nacionales del Estado, y se usa como Parador Nacional de Turismo (Hostelería y Restauración).
Es de acceso libre. Más información en el Parador de Sigüenza, teléfono (949) 39 01 00, fax (949) 39 13 64 y e-mail siguenza@parador.es.
Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949 y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
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Fecha de última modificación: 07/11/2020
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