Ruinas de una fortaleza andalusí del siglo IX, construida por el emir Muhammad I dentro del sistema defensivo de la Marca Media.
La fortaleza de Alcalá la Vieja se encuentra en el Parque Natural de los Cerros, sobre un promontorio arcilloso próximo al cerro testigo conocido como Ecce Homo, frente a la ermita de Nuestra Señora del Val, en la orilla sur del río Henares, que lo separa de la actual localidad de Alcalá de Henares, provincia de Madrid.
Se puede llegar al lugar saliendo de Alcalá de Henares por la carretera M-300 en dirección a Villalba. Después de pasar el puente sobre el río Henares y las naves industriales siguientes, hay un camino a la izquierda lleva hasta el río y prosigue bordeándolo. Por ese camino se llega a las ruinas de la fortaleza, que se encuentran frente a la ermita de Nuestra Señora del Val (al otro lado del río). Este camino se encuentra dentro del Parque Natural del Henares, por lo que el acceso con vehículos está restringido.
La fortaleza de Alcalá la Vieja, conocida en su época islámica como "Qal'at'Abd al-Salam", fue construida en el siglo IX por orden del emir Muhammad I (852-886) dentro del sistema de defensa de la Marca Media de al-Ándalus, una franja de fortalezas y asentamientos fortificados destinados a proteger el territorio musulmán frente al avance de los reinos cristianos del norte. Su ubicación, en un promontorio con dominio visual sobre el valle del río Henares, le otorgaba un papel estratégico en la vigilancia del camino que conectaba Toledo con Zaragoza, una de las principales rutas comerciales y militares de la época.
Inicialmente, la fortaleza consistió en una atalaya defensiva, pero con el paso del tiempo se amplió hasta convertirse en una alcazaba con murallas, torres y un recinto habitado. A lo largo de los siglos X y XI, Alcalá la Vieja adquirió una gran importancia como bastión defensivo, jugando un papel clave en la defensa de al-Ándalus y en las incursiones contra los territorios cristianos. Sin embargo, la expansión de los reinos cristianos llevó a su progresivo asedio y conquista.
Tras la toma de Toledo por Alfonso VI en 1085, la fortaleza quedó en una posición vulnerable. En 1118, fue asediada y conquistada por las tropas cristianas comandadas por el arzobispo de Toledo, Bernardo de Sedirac. Se sabe que los cristianos establecieron su campamento en el cerro Malvecino, desde donde atacaron la alcazaba y sus arrabales. Una vez bajo control cristiano, la fortaleza fue entregada al arzobispado de Toledo, que la mantuvo bajo su dominio y llevó a cabo reformas para adaptarla a sus nuevas funciones militares y administrativas.
Durante los siglos XII y XIII, la fortaleza siguió desempeñando un papel estratégico, especialmente en el contexto de los conflictos entre los reinos cristianos y los almohades, que intentaron recuperar territorio en la Península. En 1195, tras la batalla de Alarcos, las tropas almohades atacaron y ocuparon temporalmente Alcalá la Vieja, pero poco después volvió a manos cristianas. En el siglo XIV, bajo el arzobispo Pedro Tenorio, la fortaleza experimentó una profunda reforma, con el refuerzo de sus defensas y la construcción de nuevas estructuras, muchas de ellas en ladrillo, siguiendo las técnicas de la época.
Sin embargo, a partir del siglo XV, la fortaleza comenzó a perder importancia. La población de Alcalá de Henares se había consolidado al otro lado del río, en el Burgo de Santiuste, y la fortaleza quedó progresivamente abandonada. En el siglo XVI, la alcazaba ya estaba en ruinas y sus materiales comenzaron a ser reutilizados en otras construcciones. En el siglo XIX, Pascual Madoz describía el lugar como un conjunto de ruinas dispersas. A pesar del abandono, su importancia histórica llevó a que a finales del siglo XX se emprendieran trabajos arqueológicos y de consolidación, con intervenciones en sus murallas y torres.
En 2023, la Comunidad de Madrid declaró Alcalá la Vieja como Bien de Interés Cultural en la categoría de Zona de Interés Arqueológico, destacando su relevancia como testimonio de la presencia islámica en el centro de la Península Ibérica y su papel en la evolución histórica de Alcalá de Henares.
La fortaleza de Alcalá la Vieja se encuentra sobre un promontorio rodeado de barrancos naturales que refuerzan su posición defensiva. Su planta es irregular, adaptada a la topografía del terreno. Está delimitada por una muralla de piedra y ladrillo, en la que se integran al menos nueve torreones, de los que se conservan algunos restos.
El acceso principal a la fortaleza se realizaba por una puerta en recodo, un elemento característico de la arquitectura militar islámica, diseñado para dificultar la entrada en caso de ataque. Esta entrada estaba flanqueada por dos torres rectangulares y presentaba arcos de herradura, de los que aún se conservan algunos vestigios.
En el interior de la fortaleza se han identificado varias estructuras funcionales. Destaca un gran aljibe subterráneo de planta rectangular, cubierto por una bóveda de cañón reforzada con arcos fajones. Este aljibe, construido con materiales impermeabilizantes, permitía almacenar agua de lluvia para abastecer a la guarnición en caso de asedio. También se han hallado varios silos para el almacenamiento de grano y restos de edificaciones que podrían haber servido como almacenes o viviendas.
Uno de los elementos más notables del recinto es la torre albarrana, situada fuera de la muralla principal y conectada con ella a través de un pasadizo. Esta torre de planta cuadrada servía como punto avanzado de defensa y vigilancia. Su fábrica combina mampostería con refuerzos de ladrillo en sus esquinas y presenta una altura aproximada de doce metros. Se trata de la estructura mejor conservada del conjunto.
Además de la alcazaba, el yacimiento incluye restos de dos arrabales medievales sin fortificar, situados al oeste y al sur de la fortaleza. En el arrabal meridional se ha identificado una maqbara o cementerio islámico, en el que se han hallado numerosas tumbas con orientación hacia La Meca. Estos arrabales estaban separados de la fortaleza por barrancos naturales y eran el área de residencia de la población civil, que dependía de la protección del castillo.
En las cercanías de la fortaleza se encuentran los cerros del Ecce Homo y Malvecino, donde se han documentado restos arqueológicos de distintos periodos históricos. En el cerro Malvecino se estableció un campamento cristiano durante el asedio de 1118, mientras que en el cerro del Ecce Homo se han hallado vestigios de asentamientos de la Edad del Bronce y de la Edad del Hierro.
Aunque la fortaleza se encuentra en estado de ruina consolidada, las intervenciones arqueológicas y de restauración han permitido recuperar y conservar algunas de sus estructuras más importantes. Entre los trabajos realizados se incluyen la consolidación de la torre albarrana, la restauración parcial de las torres que flanquean el acceso principal y la instalación de paneles informativos para facilitar su interpretación.
Actualmente, el yacimiento forma parte de la Red de Yacimientos Visitables de la Comunidad de Madrid y se encuentra integrado en el Parque Natural de los Cerros, lo que permite su visita dentro de un entorno de gran valor paisajístico e histórico.
La fortaleza se encuentra en estado de ruina consolidada. Algunas estructuras, como la torre albarrana y el aljibe, se mantienen relativamente bien conservadas, mientras que otras, como las murallas y torres restantes, están muy deterioradas. La falta de recursos ha limitado las campañas arqueológicas y la restauración del sitio.
El acceso a la fortaleza se realiza a pie desde el Parque Natural de los Cerros, siguiendo un sendero señalizado. Se recomienda llevar calzado cómodo y consultar previamente las condiciones de acceso, ya que el camino puede ser irregular.
Declarado Bien de Interés Cultural por la Comunidad de Madrid en 2023, en la categoría de Zona de Interés Arqueológico.
Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949 y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
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Fecha de última modificación: 08/02/2025
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