El castillo palacio de Mequinenza es uno de los más notables y grandiosos del gótico en Aragón. Su planta es poligonal, y posee un elevado muro con seis torreones rectangulares y otro pentagonal. Cuenta con patio central con una de las alas porticadas y notables salas en torno a él.
El castillo palacio de Mequinenza se alza, dominando la población del mismo nombre, en lo alto de un cerro al borde de un barranco, en un lugar fuertemente estratégico a casi 200 metros de altura sobre la confluencia de los ríos Ebro y Segre, en la comarca del Bajo Cinca de la provincia de Zaragoza.
El topónimo Mequinenza es de origen árabe y parece derivar de la tribu bereber de los miknasa, quienes probablemente islamizaron la zona cuando los moros invadieron la península Ibérica. En ella se juntan hoy los limites provinciales de Zaragoza, Lérida, y Tarragona.
En 1133, el rey de Aragón Alfonso I Batallador, después de años de incansables e interrumpidas campañas reconquistando tierras a los musulmanes desde que empezó a reinar en 1104, dedicando gran parte de su vida a empresas militares, conquistando importantes plazas como la ciudad blanca, Saraqusta, la ciudad más importante del reino musulmán de Zaragoza, Calatayud (segunda en importancia y poder del reino moro), Daroca, Tudela o Tarazona, entre otras muchas, se embarcó en una de sus empresas más ambiciosas. Todo lo que había conquistado hasta ese momento no le era suficiente. Contaba con casi sesenta años, y estaba en la etapa final de su vida. Su objetivo no era nada mas y nada menos que llegar al mar, a la desembocadura del Ebro, Tortosa.
Para ello debía conquistar Mequinenza, plaza musulmana bien defendida. Aun así, no tenia sentido seguir hasta el mar si no se conquistaba la también cercana plaza musulmana de Fraga, una de las mejores defendidas del distrito de Larida, la Lérida musulmana, ya que al estar situada a orillas del bajo Cinca, cerca de la confluencia con el Ebro, si no se tomaba, los musulmanes podían interceptar las rutas de suministros o abastecimientos cristianos. Si la campaña tenía éxito sería un golpe maestro, y Lérida, separada y aislada del resto de al-Ándalus, caería también con facilidad en manos aragonesas. Además, consiguiendo sus objetivos, se aseguraba y quedaría estabilizada las frontera de Monzón y Barbastro, en Huesca.
Con Tortosa en sus manos, el Batallador se aseguraba salida al Mediterráneo, el Mare Nostrum, y podía servir de base para nuevas conquistas como el reino musulmán de Valencia o Baleares.
Es de suponer que el contingente de hombres de las tropas del Batallador debió ser considerable, dada la magnitud y los objetivos de la empresa.
Mequinenza contaba con un importante castillo sobre una colina al borde de un barranco, en una excelente situación estratégica dominando plenamente la confluencia del Segre y el Ebro. Además de la gran fortaleza, contaba con fortificaciones menores en los alrededores que la complementaban defensivamente y servían para garantizar la seguridad de la población y el castillo.
A finales del año 1033, el Batallador penetró en territorio hostil desde los Monegros; había empezado el sitio de Mequinenza. Después de semanas de asedio, el rey aragonés propuso a la guarnición del castillo una rendición con garantías para los habitantes de la población y sus bienes, pero fue rechazada por los musulmanes. Durante las tres semanas siguientes el cerco continuó, y los cristianos aragoneses tomarían las defensas o fortificaciones exteriores menores de Mequinenza.
Finalmente, los musulmanes almorávides decidieron negociar una capitulación. El hambre y la falta de recursos les obligó a hacerlo. El Batallador entró en cólera y rechazó las negociaciones. No las aceptaría después de la negativa almorávide semanas antes de su propuesta de rendición. Fue entonces cuando decidió tomar al asalto el poderoso castillo de Mequinenza con todas sus tropas y con sus máquinas de asedio. La plaza sería arrasada y tomada por los aragoneses. El Batallador había conseguido uno de sus objetivos, Mequinenza ya era cristiana. A diferencia de sus otras conquistas por tierras aragonesas durante años, esta vez no sería benevolente. Tras tomar la fortaleza, mandó ejecutar a todos los supervivientes, quizás para infundir temor a las vecinas poblaciones musulmanas en caso de oponer resistencia en el futuro, o por el endurecimiento del carácter del rey después de tantos y tantos años en campaña contra los musulmanes. Este tipo de medidas y crueldad no eran habituales en él.
La campaña de Mequinenza había sido un éxito. Ya solo la musulmana Fraga se interponía entre el rey Batallador y su gran objetivo, Tortosa, la desembocadura del Ebro, el mar. Antes reconquistaría Nonaspe y Fayón en el Bajo Aragón, la Granja d'Éscarp en Lérida y la torre de los Moros en Serós.
Se acercaba el momento clave de la empresa, Fraga. Corría ya el año 1134, y la campaña resultó un fracaso total, un desastre. Después de semanas de asedio, el rey Batallador entró en combate con los almorávides en las afueras de Fraga, siendo emboscado por éstos. Las tropas cristianas fueron totalmente masacradas. El rey sobreviviría milagrosamente. Quizás el exceso de confianza o el entusiasmo del reciente éxito de Mequinenza y de casi todas las campañas en las que se embarcó hizo que se precipitara e infravalorara al enemigo. Fue totalmente vencido. Su sueño de llegar al mar se había esfumado para siempre. Años más tarde los catalanes tomarían Tortosa.
Poco tiempo después del desastre de Fraga, el rey que formó las fronteras de la actual Aragón, fallecería ese mismo año, 1134, cerca de Sariñena. Un cronista árabe le dedicó estas palabras después de muerto: Ningún rey cristiano como Ibn Radmir, como le llamaban los moros, tuvo más valor que él, ni más energía para combatir incesantemente a los musulmanes. Dormía con su coraza puesta y sin colchón. Cuando una vez le preguntaron por qué no se acostaba con las hijas de los jefes musulmanes vencidos, respondió: un verdadero soldado solo debe vivir entre hombres, y no con las mujeres.
En el siglo XIV se levantó el que actualmente perdura sobre el antiguo castillo musulmán, siendo reformado en el siglo XIX.
El castillo palacio de Mequinenza es uno de los más notables y grandiosos del gótico en Aragón. Su planta es poligonal irregular, y posee un elevado muro con seis torreones rectangulares y uno pentagonal. Cuenta con patio central con una de las alas porticadas y notables salas en torno a él.
Se encuentra en buen estado de conservación. Durante los años 50 el castillo que estaba en ruinas por causa de la Guerra Civil Española. Fue transformado y restaurado en 1959 como residencia por ENHER (Empresa Nacional Hidroeléctrica del Ribargozana).
Es de propiedad privada, de ENDESA, y se usa como hotel-residencia de esta empresa, para convenciones y otros actos.
Solo es visitable los martes llamando al ayuntamiento.
Bajo la protección de la Declaración genérica del Decreto de 22 de abril de 1949 y la Ley 16/1985 sobre el Patrimonio Histórico Español.
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Fecha de última modificación: 26/08/2024
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